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Formación sociocultural transforma a comunidades y genera empleo a jóvenes

Jóvenes entre 17 y 24 años de La Carpio, Desamparados, Barrio México y Orotina han participado desde setiembre de 2016 a julio de este año en el programa interinstitucional de Formación en Gestión Sociocultural cuyo objetivo es la dinamización de acciones culturales que promuevan la transformación social, y al vez generen empleo.

El Técnico en Animación Sociocultural Comunitario se desarrolla en el marco del programa Empleate del Ministerio de Trabajo y es impulsado por la Mesa de Formación Interinstitucional, integrada por el Ministerio de Cultura y Juventud a través de la Dirección de Cultura, la Universidad de Costa Rica, la Universidad Estatal a Distancia, la Universidad Nacional, la Universidad Técnica Nacional y la Cooperativa Viresco.

Estas entidades diseñaron en conjunto una propuesta nacional para validar los conocimientos de los actores comunales que buscan el bien común a través del arte y la cultura por medio de la gestión cultural.

El proceso se desarrolla a lo largo de un año, con líderes comunales, miembros de asociaciones culturales y colectivos y representantes municipales.

Carolina Picado, de la Cooperativa Viresco, explicó que la propuesta es una metodología de desarrollo de habilidades en la formulación de proyectos culturales, producción artística y la creación de emprendimientos culturales, dirigido a jóvenes que tienen interés o afinidades culturales y artísticas en sus comunidades.

La población seleccionada ha desertado del sistema educativo por distintos factores sociales pero tiene afinidades con las manifestaciones culturales y artísticas, a las cuales desea dedicarse: desde la producción y organización de festivales y peñas culturales, hasta té de canastilla.

Este proceso de formación les permite generar estrategias y alianzas que amplifica los ámbitos de trabajo, y a la vez, al programarse periódicamente una agenda cultural en las comunidades empiezan a involucrarse más personas en el nivel local.

“Hay recuperación de espacios públicos, se empiezan a hacer registros y mapeos de las agrupaciones locales existentes, la comunidad empieza a identificar su propio patrimonio cultural, empiezan a formarse colectivos de grupos culturales, nuevas formas de participación juvenil con propuestas colectivas de trabajo comunitario desde las expresiones juveniles: hip hop, breakdance, artesanía, artes plásticas”, puntualizó Picado.

De esta forma, contínua Picado, “el flujo comunitario provoca que la gente empiece a “articularse, a mirarse, reconocerse, a construir nuevos espacios con procesos de sensibilización humana, en los que se transversan temas de género y violencia”.

Como ejemplo del impacto en las comunidades, el proyecto de La Carpio “Empoderándonos en las esquinas” realizó nueve intervenciones en las que se involucraron unas 300 personas y casi 2,000 observaron el proceso. También realizaron un festival en el que la oferta artística fue de 110 artistas, de los cuales 15 eran invitados.

Picado agregó que las comunidades participantes en el programa de formación han generado alianzas con otros barrios con indicadores similares de desarrollo humano, como León 13 y San Sebastián. “Se forma una red y producen acciones donde articulan e invitan a otros, y empieza a haber enlaces territoriales de comunidades que por lo general están segregadas”.

De acuerdo con Picado, el técnico surge como un llamado de la sociedad civil de generar espacios de formación, “porque la gestión cultural siempre ha estado pero no ha habido legitimación de saberes; sociedad civil había estado alertando a la Dirección de Cultura; se empezaron a buscar diagnósticos y el Ministerio de Trabajo le plantea a sociedad civil si hay posibilidad de crear una propuesta de formación que esté en el marco cultural, dirigido a jóvenes que tienen estas afinidades”,

Así le dieron cuerpo a la propuesta con asesoría de otros programas formativos existentes en Latinoamérica como la Red Maraca, Caja Lúdica, Movimiento de Cultura Viva Comunitaria y Guanared.

“Junto a la Dirección de Cultura articulamos y esbozamos contenidos y contextualizamos con las expertises que había en trabajo comunitario para la acreditación de esos contenidos; hicimos una mesa colaborativa de creación de la currícula e integramos a la licenciatura no formal para que colaborara en crear otros indicadores evaluadores de aprendizaje alternativos, no desde las formas tradicionales”, señaló Picado.